La Exposición Arias Productiva 2012 fue un éxito rotundo. La
presencia del público fue masiva. La presencia de políticos variada e
interesante. Políticos a quienes nosotros les hemos dado el poder y los hemos
beneficiado con nuestra confianza para que nos representen donde deban hacerlo.
Ellos son nuestros brazos y nuestro espejo. Cada uno sabrá cómo nos reflejamos
y si esa imagen nos gusta o no.
En el acto inaugural se escucharon discursos optimistas,
alentadores, llenos de una muy alta autoestima local, a la vez discursos
esperanzadores. No obstante, mientras que los miembros del CEA hacían flamear
la bandera de un Arias integrado y una llamada a la unidad porque “Arias somos
todos” –palabras muy parecidas a las de la campaña electoral de la actual
oposición, cosa que para nada es reprobable, sino todo lo contrario- el actual
Intendente municipal irrumpe con discursos que quieren contemporizar con lo que
se está viviendo pero que la misma realidad se encarga de contrastarlos de tal
manera que casi quedan vacíos de contenido reflejando un modelo de gobierno
absolutamente agotado que se mueve con una descordinación apabullante y que,
más que integrar, desparrama.
La conclusión a su alocución fue que se siente orgulloso de
haber “despolitizado” el pueblo.
¿Despolitizado? Hace varios años que esto se viene
escuchando y que le ha servido como punta de lanza para convencer al electorado
de que eso es lo más loable que ha logrado, pero pareciera que ese electorado
no se ha dado cuenta de que el sentido de despolitizar, en este caso, ha
significado y significa “anular”: anular individualidades, anular
instituciones, anular autoridades, anular partidos políticos, anular procesos
necesarios para una sociedad, anular discusiones y proyectos que pudieron
contribuir al bien común, anular todo lo que se cruzó por su camino y que
consideró nocivo para sus ansias de poder, un poder que se construyó siempre
desde el temor, desde la excesiva centralización, apoyado siempre por
obsecuentes de turno y oposiciones débiles. Débiles, no por ser minoría, sino
porque nunca supieron buscar apoyo en quien las había elegido.
Por último, también anuló, -pareciera- la capacidad de
pensar y ni qué decir de la capacidad de expresar porque, no hace falta
demasiado ejercicio de memoria para recordar que quien “se atrevió a decir
algo” terminó silenciado o apaleado.
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