sábado, 5 de mayo de 2012

¿Despolitización?


     La Exposición Arias Productiva 2012 fue un éxito rotundo. La presencia del público fue masiva. La presencia de políticos variada e interesante. Políticos a quienes nosotros les hemos dado el poder y los hemos beneficiado con nuestra confianza para que nos representen donde deban hacerlo. Ellos son nuestros brazos y nuestro espejo. Cada uno sabrá cómo nos reflejamos y si esa imagen nos gusta o no.
     En el acto inaugural se escucharon discursos optimistas, alentadores, llenos de una muy alta autoestima local, a la vez discursos esperanzadores. No obstante, mientras que los miembros del CEA hacían flamear la bandera de un Arias integrado y una llamada a la unidad porque “Arias somos todos” –palabras muy parecidas a las de la campaña electoral de la actual oposición, cosa que para nada es reprobable, sino todo lo contrario- el actual Intendente municipal irrumpe con discursos que quieren contemporizar con lo que se está viviendo pero que la misma realidad se encarga de contrastarlos de tal manera que casi quedan vacíos de contenido reflejando un modelo de gobierno absolutamente agotado que se mueve con una descordinación apabullante y que, más que integrar, desparrama.
     La conclusión a su alocución fue que se siente orgulloso de haber  “despolitizado” el pueblo.
     ¿Despolitizado? Hace varios años que esto se viene escuchando y que le ha servido como punta de lanza para convencer al electorado de que eso es lo más loable que ha logrado, pero pareciera que ese electorado no se ha dado cuenta de que el sentido de despolitizar, en este caso, ha significado y significa “anular”: anular individualidades, anular instituciones, anular autoridades, anular partidos políticos, anular procesos necesarios para una sociedad, anular discusiones y proyectos que pudieron contribuir al bien común, anular todo lo que se cruzó por su camino y que consideró nocivo para sus ansias de poder, un poder que se construyó siempre desde el temor, desde la excesiva centralización, apoyado siempre por obsecuentes de turno y oposiciones débiles. Débiles, no por ser minoría, sino porque nunca supieron buscar apoyo en quien las había elegido.
     Por último, también anuló, -pareciera- la capacidad de pensar y ni qué decir de la capacidad de expresar porque, no hace falta demasiado ejercicio de memoria para recordar que quien “se atrevió a decir algo” terminó silenciado o apaleado.

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